Antes que nada, las ligas para comprar mis libros sobre los estragos que causa el maltrato de padres a uno de sus hijos pueden accederse: acá. Uno de los capítulos de esos libros lo exhumo abajo: “Una clase de Colin Ross”, que aparece en Hojas susurrantes, el primero de mi trilogía. Ese capítulo es la piedra angular para entender el modelo del trauma de los trastornos mentales.
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¿Por qué la mente humana se ensaña con inocentes? Aunque abordé el tema en mi libro anterior, es hora de sentar una base rigurosamente científica para entender mejor al trastorno mental. La mejor clase que he leído a este respecto aparece en el libro The trauma model de Colin Ross, a quien ya había presentado en mi segundo libro al hablar de la infortunada vida de David Helfgott.
El problema del apego con el perpetrador
La teoría del apego, desarrollada originalmente por John Bowlby, es la plataforma para explicar el desarrollo psicológico del humano. La evolución siempre toma lo que está a su disposición, y como toda criatura viva tiene el imperativo de sobrevivir, en los homínidos desarrolló una estructura inconsciente para mantener la ilusión de amor parental incluso cuando no lo hay. Quizá la manera más popular que podamos imaginar de presentar qué es el apego sea un moderno cuento de hadas: la película de Steven Spielberg Inteligencia Artificial. Me refiero a las escenas en que Henry le advierte a Mónica de que no impronte, con el programa del apego afectivo, a David si no está completamente segura de que reciprocará el amor que le profesaría David, dado que el programa es irreversible (“El amor del niño-robot estaría sellado, ‘alambrado’, y seremos parte de él para siempre”). Algún tiempo después Mónica le lee a David las siete palabras mágicas que lo improntan (“¿Para qué eran esas palabras, mami?”).
La plataforma de la que parte Ross para entender los trastornos mentales es lo que llama “el problema del apego con el perpetrador”. Podemos visualizar el enorme apego emocional hacia el progenitor recordando la veneración que, a pesar de su conducta, Leonor y Josefina siempre le profesaron a su madre María. Tal apego es el problema. En su libro, Colin Ross escribe:
Definí el problema a mediados de los años noventa, en el contexto de la guerra sobre las falsas memorias. A fin de defenderme de los ataques de colegas hostiles, busqué un fundamento sólido sobre el cual pudiera construir fortificaciones. Me pareció que la teoría de la evolución ofrecía un buen punto de partida. ¿Cuál es la meta básica de todos los organismos según la teoría de la evolución? Sobrevivir y reproducirse. Esto es cierto desde la ameba hasta los mamíferos. ¿Quién disputaría que todos los organismos quieren sobrevivir y reproducirse? Esto parecía terreno seguro.
Las libélulas, los saltamontes, las salamandras y los caimanes no tienen familias. No envían tarjetas el día de las madres. Las cosas cambian si eres ave o mamífero. Las aves y los mamíferos son absolutamente dependientes de los cuidadores adultos para su supervivencia por cierto período después del nacimiento, que oscila entre semanas a décadas dependiendo de la especie. Para los humanos al parecer el período de dependencia dura más de treinta años. En algunas especies si la madre nodriza muere el hijo muere. En otras, incluyendo los elefantes, si la madre nodriza muere una hembra asume el cuidado del joven y el hijo sobrevive. En los elefantes existe un inherente Servicio de Protección de la Infancia, y una sociología del apego.
El apego es como la migración de las aves. Es inherente y está en lo profundo de nuestra maquinaria cerebral y DNA. El infante ave o mamífero no se involucra en un proceso cognitivo o analítico para evaluar los costos o beneficios del apego. Es algo que simplemente sucede. Es biología. La tarea fundamental en el desarrollo del infante humano es el apego. Debes apegarte, y lo harás. Esto es cierto en todos los niveles del organismo. Debes apegarte a fin de sobrevivir biológicamente, pero también para prosperar y crecer emocional, intelectual, interpersonalmente y a todos los niveles posibles.
Conocemos las consecuencias del fallo en apegarse por varias fuentes. La primera es el orfanato en los países del tercer mundo. Estos bebés pueden tener una adecuada ingestión de proteínas, carbohidratos y grasas, y sus pañales cambiados regularmente; pero si sufren por falta de amor, estimulación, atención y afecto son dañados en su desarrollo. Su crecimiento es atrofiado a todos los niveles incluyendo las normas pediátricas básicas de desarrollo.
Eliminé los puntos suspensivos, como lo he hecho en algunas otras citas. Ross también explica el cuerpo de evidencia científica sobre los efectos del maltrato en la progenie de los primates: “Los experimentos Harlow con monos, por ejemplo, son estudios sistemáticos de abuso y negligencia. Los pequeños monos se cuelgan desesperadamente a sus madres no responsivas de alambre y tela porque están tratando de resolver el problema del apego con el perpetrador; en este caso, la perpetración de negligencia”. También cita evidencia experimental de que la profunda negligencia y el aislamiento sensorial durante la temprana infancia dañan físicamente el cerebro de forma mensurable: “El mamífero que se le cría en tal medio tiene menos conexiones dendríticas entre las células nerviosas en su cerebro que el mamífero que creció en un medio culturalmente rico”. Es en este contexto en que Ross declara que sería suicidio para el desarrollo del individuo fallar en apegarse y que “a toda costa y como un imperativo categórico el joven mamífero debe apegarse”. Luego escribe:
En cierto sentido, todos tenemos el problema del apego con el perpetrador. Nadie de nosotros posee un apego absolutamente seguro. Todos odiamos a nuestros padres por alguna razón, y los amamos al mismo tiempo. Esta es la condición humana normal. Pero hay un gran número de niños que han tenido el problema del apego con el perpetrador de manera descomunal. Lo tienen a tan alto grado que creo que es un problema diferente cualitativamente hablando. Estos son los niños de familias crónicamente traumatizantes. El trauma es una mezcla variable de abuso emocional, verbal, físico y sexual.
La sustitución del sitio de control
Para los siquiatras Theodore Lidz, Silvano Arieti (y de manera menos sistemática Loren Mosher), en las familias esquizógenas no uno, sino ambos padres fallaron terriblemente. Si el problema del apego afectivo con el perpetrador es una piedra angular para entender el modelo del trauma de los trastornos mentales, hay otra piedra fundacional. Mientras que el imperativo número uno de las aves (y en otros tiempos de los dinosaurios) y los mamíferos es apegarse, en las familias abusivas el niño posee otro mecanismo psicológico inherente: el repliegue del dolor. Ross explica lo que llama “La sustitución del sitio de control” (The locus of control shift, en psicología “locus of control” es jerga conocida).
El fundamento científico de la sustitución del sitio de control es Piaget y la psicología del desarrollo. Sabemos varias cosas sobre la cognición de los niños de los dos a los siete años. Lo resumo así: los niños pequeños piensan como niños y están centrados en sí mismos. Son el centro del mundo y todo se determina alrededor de ellos, quienes lo causan todo [“sitio de control”] y lo hacen a través de una causalidad mágica. No usan las maquinaciones racionales, analíticas y cognitivas de los adultos, o su vocabulario.
Imaginemos a una familia relativamente normal con una niña de cuatro años. Un día los padres deciden separarse y papá se va. ¿Qué le pasa a esta pequeña niña? Se pone triste. Usando la cognición normal en la niñez, la pequeña niña construye una teoría para explicar su observación de campo: “Papi ya no quiere vivir aquí porque yo no arreglaba mi recámara”.
Esta es una teoría tonta. Está errada; es incorrecta, desatinada y descabellada. Así es como piensan los niños normales. Pero hay más que eso. La pequeña niña se dice a sí misma: “Está bien. No me encuentro desamparada. Esto está bajo mi control. Y tengo esperanza en el futuro. ¿Por qué? Porque tengo un plan. Todo lo que tengo que hacer es escombrar mi recámara y papi volverá. Ya me siento bien”.
La pequeña niña ha sustituido el sitio de control de las mentes de sus padres, donde realmente se encuentra, a ella misma. De esa manera ha creado una ilusión de poder, control y dominio que desde el punto de vista del desarrollo [el apego] es protectiva.
Ross explica que esto es normal y que sucede en muchas familias que no son propiamente abusivas, aunque sí disfuncionales. Luego expone qué sucede en las familias muy abusivas:
Ahora consideremos otra pequeña niña de cuatro años viviendo en una familia realmente traumatizante. Ella tiene el problema del apego con el perpetrador a lo grande. ¿Qué pasa con esta niña?
Se encuentra en un estado de indefensión y a la merced del medio; atrapada y abrumada. No puede detener el maltrato. Ni escapar del mismo. Ni predecirlo. Está atrapada en la negación social de su familia, su edad, las amenazas, la violencia física, las reglas familiares y los mensajes mutuamente exclusivos. ¿Cómo se las arregla la pequeña niña? Sustituyendo el sitio de control.
La niña se dice a sí misma: “No me encuentro desamparada indefensa o abrumada. Esto está bajo mi control. Estoy haciendo que esto suceda. La razón por la que me maltratan es porque soy mala. ¿Cómo sé que esto es cierto? Porque sólo una niña mala puede ser maltratada por sus padres”.
Una deliciosa ejemplificación de la sustitución del sitio de control en la película A.I. es el diálogo que David tiene en el bosque con su osito Teddy. Después de que Mónica lo abandonara en el bosque David le dice a su amiguito que la situación está bajo su control. Sólo tiene que encontrar al hada azul para que lo vuelva un niño de verdad y su mamá lo querrá otra vez…
A diferencia de los cuentos de hadas, en el mundo real los ejemplos de la sustitución del sitio de control son sórdidos. En las víctimas de incesto, la sensación de que todo es culpa de la niña es harto frecuente. No puedo olvidar el relato de una mujer que le contó a su terapeuta que, cuando era niña, se bañaba inmediatamente después de que su padre la usara sexualmente. La niña sentía que ella, no su padre era la sucia y que su cuerpo era el factor sucio dado que despertaba el apetito del padre, por lo que trataba de “componer” su cuerpecito.
Pero hay casos aún más graves que el abuso sexual. Según Ross, en familias casi psicóticas:
La sustitución del sitio de control es como una transfusión maligna. Todo el mal del perpetrador ha sido transfundido al yo, haciendo al perpetrador bueno y seguro para apegarse. La sustitución del sitio de control ayuda así a resolver el problema del apego con el perpetrador. Los dos están entretejidos uno con el otro.
Aunque pronunciamientos similares fueron hechos por Arieti medio siglo antes, estos dos principios elaborados por Ross son las verdaderas piedras angulares para entender el edificio de esta obra. Como mencioné en mi segundo libro, cuando visité la clínica de Ross en Dallas entré como observador a terapias de mujeres adultas. Recuerdo a una señora en particular que decía que si su marido le pegaba era porque ella, no su marido, se portaba mal. En su libro Ross menciona casos de hijas ya crecidas, ahora pacientes en su clínica siquiátrica, que se autolesionan. Estas autolesionadoras ejemplifican en la vida real el paradigma de la niña mencionada por Ross: el mal ha sido transfundido a la mente de la víctima, que ahora se autolesiona porque se cree malvada. En mi anterior libro decía que en la película La pianista una madre absorbe la vida de su hija, quien desquita el odio que siente hacia su madre cortándose en el área de los genitales hasta sangrar profusamente: una práctica que, veremos en la próxima sección, es idéntica al autosacrificio prehispánico de derramar la sangre de los propios genitales.
Un caso relativamente menor de este tipo era el de una de mis primas. Cuando Sabina tenía dieciséis años me mostró una serie de dibujos que hacía. Representaban mujeres cercenando completamente sus miembros y ella misma, Sabina, se cortaba el antebrazo, aunque superficialmente. Cuando le pregunté por qué lo hacía me confesó los malos tratos de los que era víctima en casa. Como la mía, la suya era una familia sesgada en la que el padre codependiente se limitaba a amonestarla suscribiéndose al sistema mental de una madre semiperturbada. Debido al dilema en que todo ser humano se encuentra, el mantener el apego hacia los padres a toda costa, Sabina no podía expresar su coraje en el exterior: lo dirigía hacia sí misma cortándose superficialmente y fantaseando con mayores mutilaciones en sus dibujos.
Dado que por naturaleza los varones tenemos más fuerza física que las mujeres, es común que el desplazamiento físico del coraje inconsciente lo dirijamos a otros. Pero también las mujeres lo desplazan a su manera hacia el exterior.
Ross nos mostró en su breve cátedra que, por más abusivos que sean, un síndrome de Estocolmo elevado a la ene potencia hace que veamos a nuestros padres como buenos objetos de apego. El niño pequeño es como la planta que no puede sino volverse al sol para sobrevivir. Dado que, aunque se case e independice, el hijo adulto rarísima vez revierte en su psique la sustitución del sitio de control a la fuente original, queda emocionalmente perturbado. Para deMause esta suerte de supersíndrome de Estocolmo de padres a hijos y de hijos a nietos es el mayor fallo de la mente humana, la verdadera maldición del Homo sapiens que resulta en un alter ego en el que todo lo maligno del perpetrador ha sido transfundido al ego de la víctima. En un yo dividido esta entidad busca ya sea (1) sustituir el sitio de control hacia sí mismo con autolesiones, adicciones, anorexias u otras conductas autolesivas, y/o (2) lesionar a la pareja o a la siguiente generación de niños. En cualquier caso la causa inconsciente de este proceso es la total incapacidad de juzgar y procesar en nuestros adentros la conducta del progenitor: el problema del apego con el perpetrador.